jueves, 1 de julio de 2010

De cómo perdí el tiempo y luego lo recuperé

El tiempo corría más lento cuando ella estaba cerca. El otro día, caminando por la calle, me la topé de frente y con un movimiento de cabeza se arregló el pelo que le caía en la frente; mis ojos, como si la filmaran en cámara lenta, tardaron dos minutos en completar la toma. Después cada uno siguió su camino.
A pesar de que me gustaba mucho, nunca vi oportunidad de hablarle hasta hace unos días, cuando la vi cruzar la calle sin mirar. Convenientemente, un coche en reversa se dirigía directo a ella, así que corrí a ayudarla. Cuando llegué a donde estaba logré apartarla del camino y un minuto después el auto pasó frente a nosotros. Mi acto de heroísmo, que a mis ojos estaba muy sobrado de tiempo, logró conseguirme una cita con ella.
Quedé de pasar a recogerla en el club donde solía nadar por las tardes. Emocionado, llegué media hora más temprano y entré para verla nadar. Cuando llegué a la piscina, la vi parada en la punta del trampolín, saltando. Tres minutos después su cuerpo entró el agua, salpicando lentamente todo su alrededor. Pasaron veinte minutos, y al ver que aun no salía a tomar aire, la declararon oficialmente ahogada.
Después de ese día el tiempo volvió a tomar su curso habitual.