miércoles, 10 de marzo de 2010

La eterna broma de San Augusto

El golpe con la espada fue certero. Del cuello de la bestia salían borbotones de sangre mientras ésta se desplomaba inhalando su último aliento. Complacido por el favor de Dios, él sonrió, se hincó cerrando los ojos y elevó unas plegarias.
A la mitad del décimo padrenuestro, sintió un hálito de fuego en su oreja izquierda. En ese momento San Jorge despertó, y el dragón seguía ahí.

3 comentarios:

Esteban Dublín dijo...

Lo auguro de una vez: este estará en los finalistas. De hecho, será muy difícil superarlo.

Luis Gonzalí dijo...

Esteban, se agradecen las palabras... Hay minis muy buenos en esta ocasión...
Además, el mérito es de San Augusto, el santo de lo breve, no mío...

Un abrazo...

Esteban Dublín dijo...

Me gustaría que hubiera acabado: cuando San Jorge despertó, el dragón todavía estaba allí.

Con ese final, prácticamente sería imposible superarlo.