martes, 29 de diciembre de 2009

Lontananza

En estos días algunas palabras vienen como cascadas de agua fresca dejándome un sabor de menta en la boca. Ilona, el germánico para Helena, es una ellas. Por ejemplo, Ilona llega con la lluvia, aunque carente de un sentido profundo, yo creo que es el título más bello que alguien jamás haya escrito. La i en mayúscula seguida de tantas eles: la frase es altiva, es imponente al ojo lector. Luego viene el sonido. La cascada, la lluvia que llega y no se va, la tormenta que deja a Ilona encharcándose en su vocal central, en su vocal de acento escondido, y entonces Ilona se vuelve como el mar.
Hoy supe que será una niña, y hoy decidí que la gente recurrirá al germánico para llamarla, y con un poco de suerte quizás también nazca en un día de lluvia…
Lontananza, lontananza, es otra de las palabras que traen estos días y desde aquí la veo jugar y sonrío, y como la llovizna la veo regándose por el jardín y ahora ella sonríe. Ilona es agua; y aunque sé que debería estar intentando dormir y descansar, el título de Mutis no para de repetirse en mi cabeza. Ilona llega con la lluvia, Ilona llega con la lluvia…

jueves, 17 de diciembre de 2009

Dogma de fe

Nueve patadas después, María se dio cuenta que la paloma que le hablaba era el Espíritu Santo.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Secretos

Bajo la sábana era mucho más sencillo ocultar el rubor que en ese momento sentía. Le era imposible alejarse de su pasado a pesar de haber estado en innumerables horas de terapia: cerraba los ojos y ahí seguía su padre, abusando como solía hacerlo en aquellas noches interminables de caricias inadecuadas y palabras de falso cariño al oído. Esos recuerdos los arrastraba como cadenas, como anclas al pasado que no le permitían ser feliz.
Pero eso no iba a impedir que tuviera un matrimonio exitoso. Debía terminar de superar los abusos que su padre había cometido, y qué mejor momento para hacerlo que su noche de bodas.
Así fue que se puso de pie y con los ojos escurriendo en lágrimas le dijo a su pareja al oído: «Voy a ser el mejor padre que nuestros hijos puedan llegar a tener», y antes de que ella pudiera responder cualquier cosa, él la beso en los labios.

Sobre la debilidad de la carne ó De los fetiches cumplidos

Cuando él entró a mi negocio y me pidió que le hiciera un tatuaje en la nalga derecha con aquellas características, me sorprendí, pero no hice preguntas. Días después regresó y me pidió exactamente la misma figura en la nalga izquierda, y yo, un tatuador serio y profesional, satisfice a mi cliente sin cuestionarlo.
Pasó el tiempo y él seguía regresando, siempre pidiendo el mismo diseño. Fueron muchos tatuajes después, cuando la confianza entre nosotros era un poco más sólida, que me atreví a preguntar. Él sonrió y se limitó a responder «son mis trofeos, mis amores», con la certeza de que yo entendería, y así fue.
Ese día salió de mi negocio con su tatuaje número noventa y nueve, orgulloso, altanero. Yo estaba seguro de que no tardaría en regresar para que le tatuara su centésima figura, aquel perfil de monja que yo ya conocía de memoria, en los pocos espacios que quedaban sobre su piel. También sabía que en esa ocasión lo pediría en el pecho, cerca del corazón.