miércoles, 25 de marzo de 2009

Cuento corto #20

Esta era la última vez que se lo iban a perdonar. Era impensable que, teniendo tanta responsabilidad, no cumpliera con su trabajo. Esto es un trabajo en equipo, le dijeron, y tu única tarea, aunque dure poco, es de máxima importancia. Él sólo bajaba la cabeza y asentía. Le habían dado una advertencia final: si vuelve a pasar, no regreses por aquí.
Al día siguiente, cuando todo comenzó, estaba muy atento. Sentado, vestido de smoking, observaba, contaba, escuchaba. Pero su atención no duró mucho. Media hora después, sus ojos se empezaron a cerrar, pero resistió y siguió escuchando. Una hora después fue imposible. Empezó a cabecear de sueño y sus músculos se empezaron a relajar hasta que, por movimientos involuntarios, dejó caer las barras de metal que sostenía desde el inicio, sonando estrepitosamente en el recinto, haciendo que todo se detuviera.
Al día siguiente, el anuncio en el periódico fue inevitable: “Se busca percusionista para cubrir la posición del Triángulo en la Orquesta Nacional. Único requisito: padecer insomnio”.

lunes, 23 de marzo de 2009

Thriller

Mientras el celular vibraba sobre la mesa, él lo veía con una mezcla de entusiasmo y horror. Sabía que ya era tiempo, aunque aun no estaba preparado para la tarea que tenía que volver a realizar. Sabía que si contestaba esa llamada ya no iba a haber marcha atrás, que tendría que volver a esconderse, que tendría que volver a vivir al margen. Pero así lo había querido, así lo había buscado.
Cuando contestó, reconoció la voz de inmediato: ese mismo timbre metálico, cortante. Del otro lado de la bocina, la editora del periódico en donde trabajaba le reclamaba la falta de noticias escandalosas, esas con las que se vende todo el tiraje, decía.
Mientras oía resignado toda esa letanía, un sudor frió le recorría la piel: sentía toda esa gama de sensaciones que van entre la ansiedad y el miedo, esas sensaciones que vienen acompañadas con el conocimiento certero de que tendría que volver a matar.

sábado, 21 de marzo de 2009

Y Dios dijo...

El primer día Dios dijo: que desaparezcan los peñascos. El segundo día dijo, ya no hay peñascos, ni tampoco habrá abismos, y así sucedió. El tercer día dijo, ya no hay peñascos, ni abismos, ni tampoco mar, y el mar desapareció. El cuarto día gritó: ya no hay peñascos, ni abismos, ni mar, ni tampoco quiero que haya horizonte. El quinto día, ya cansado, dijo: ya no hay peñascos, ni abismos, ni mar, ni horizonte, y se extinguirán las tierras lejanas también. Y así pasó. Para el sexto día, agotado y resignado, Dios sentenció: ya no hay peñascos, ni abismos, ni mar, ni horizonte, ni tierras lejanas, y de ahora en adelante tampoco habrá Eternos Retornos, y así terminó. Y fue así que Nietzsche nunca logró convertirse en filósofo, y fue así que, en el séptimo día, Dios pudo descansar.

jueves, 19 de marzo de 2009

Uno sobre las musas

Así como hay gente que canta mientras se baña, yo lo que hago es convertirme en personajes de novelas que algún día escribiré. Entre más excéntricos sean mejor. Ayer imaginé que era un tipo rudo con barba larga, canosa y trenzada, con aspecto de motociclista renegado, que le gustaba subirse a los balcones y saltar sobre las personas que pasaban mientras se golpeaba el pecho, ponía los ojos en blanco y recitaba oraciones paganas en latín.
Estoy consciente que mi actividad en la regadera puede llegar a ser peligrosa, especialmente para los vecinos de abajo que no saben porque empieza a haber grietas en el techo de su casa, pero no puedo evitarlo.

En las cenizas del recuerdo

A mi padre


Camino ahora por las cenizas de aquel recuerdo
Y te veo fumar desde un balcón del alma
Esa alma con la camisa abierta a medio pecho
Ese pecho que late todavía en mi sien cansada.

La muerte ya no se esconde en los relojes
Y el tiempo que no usaste se acumula en algún rincón
Ajándose en blanco y negro, en bastidores inconclusos
En noches eternas de cuartos negros y focos rojos.

Y es que la vida es esto: un radiador descompuesto,
Una verdad inventada al hilo en cualquier semáforo,
Una taquería remodelada con tacos de-a-peso,
Una máquina casera para aplastar queso.

Y no hay más, sólo la memoria que quiere permanecer
Sólo el insomnio en una madrugada que no es esta
Sólo el corazón que juega chueco cuando te veo en la calle
Sólo el tiempo que se queda aquí, haciendo nudo la garganta.

martes, 17 de marzo de 2009

Zona de guerra

Conozco la secuencia de memoria. Primero, el rugido de guerra que anuncia el inicio de las hostilidades. Después, los tirones que me dejan desnudo con el frío entumiéndome la piel. Y por último, las patadas. Una tras otra, todas empujándome al abismo hasta que logra tirarme, deshacerse de mi, marcar su territorio.
Es por eso que a veces la hago enojar con cosas sin sentido. Ella cree que me castiga haciéndome dormir en el sillón, y yo, con una felicidad casi evidente, acepto mi castigo sin reclamar.

domingo, 15 de marzo de 2009

Reclamos

Nunca había sentido celos, pero aquella ocasión, cuando sonó el teléfono y escuché esa voz que parecía de niña-adolescente, no pude evitarlo. Desde entonces, cada vez que suena el teléfono el estómago se me revuelve. Es inevitable.
La situación se empezó a volver insportable cuando comenzó a llegar a altas horas de la noche. Entonces yo, sentada en alguno de los sillones de la sala, lo espero y le recrimino su hora de llegada. Él sólo baja la mirada y no dice nada. Sin embargo, la historia se ha seguido repitiendo cada fin de semana. Es por eso que estoy llegando a un punto en el que no sé que hacer. Lo que sí sé que ya se está hartando de mis reclamos, pero no me importa, soy su madre y tiene que entender que ninguna mujer es lo suficientemente buena para él.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Capitalismo

Empezó con diez ovejas. Las cuidaba, las contaba, y cuando no las ocupaba las guardaba en su establo. Después de un tiempo necesitó más, y para poder comprarlas empezó a vender la lana de las que ya tenía. Después de varios meses de mucho trabajo llegó a tener cincuenta. Por supuesto, tuvo que construir un establo más grande, invertir en infraestructura para trasquilarlas y en un par de pastores para cuidarlas.
Sus vecinos empezaron a verlo con celo y envidia y él empezó a dudar de ellos. Es por eso que también invirtió en vigilancia: rejas electrificadas, cámaras de circuito cerrado, guardias de seguridad.
Cuando llegó a tener doscientas, desconfiaba incluso de sus empleados. Es por eso que empezó a hacer guardias nocturnas. Escopeta en mano y con la convicción de que nunca perdería a ninguna, vigilaba escondido entre los arbustos: nunca nadie le iba a robar a las ovejas que contaba para dormir, aunque las tuviese que vigilar personalmente, aunque le costara el sueño de todas las noches.

martes, 10 de marzo de 2009

En esta noche de luar...

Casi a media noche el tiempo se detiene
Mi corazón cansado de latir se detiene
Y la saudade de no ser el viento que pasa
Escurre lenta por la ventana
Como la lluvia de una nube
Que sólo ha regado el campo.

La oscuridad se detiene ante mí
Y me golpea con mi infancia en el rostro
Este rostro que es del niño que era
Que ahora sólo es sombras largas
En esta noche de luar y de estrellas
Y de caminos como arrugas en la frente.

Y el amanecer atemporal de tus ojos
De esos ojos que nunca me leen
Vuelan alumbrando esta noche
Noche Cioránica en donde todo muere
Menos el deseo de vivir así
Arrullado por el murmullo de esta tristeza que no pasa.

domingo, 8 de marzo de 2009

Cuento corto #13

Ayer tuve una discusión larga y muy acalorada con el personaje que debía salir en este cuento. Mi argumentación era impecable: fui hilando mis ideas, una a una, para intentar convencerlo. Le hablé de como era perfecto para el papel y de como sus ideas erroneas estaban impidiendo que yo pudiese terminar de escribir. Pero a él no le importó. De su boca sólo salía ese temible monosílabo: No. Cuando se me acabaron los argumentos, lo intenté sobornar, lo amenacé, e incluso, llegué a golpearlo. Pero el hombre nunca cambió de parecer. Al final, no sólo no pude escribir nada, sino que reafirmé mis creencias: odio a la gente supersticiosa.

Cuento corto #12

Ayer abrí el periódico, y vi su foto. La imagen que recordaba de la infancia, con sus respectivas modificaciones, me veía fijamente desde la hoja impresa. En el pie de foto, mi apellido, confirmaban las sospechas. El encabezado de la noticia anunciaba: La mujer perfecta y sus atributos. El hombre que había sido mi padre, completamente transformado, escribía sobre las bondades de pertencer al sexo femenino. Fue cuando entendí porque nos había abandonado: la sociedad no iba a ver con buenos ojos un matrimonio homosexual.

viernes, 6 de marzo de 2009

Tres veces

Soy tres veces lo que siento
Y tres veces más seré mañana.

El tiempo hoy se queda en mis ojos
Y la arena de todos los relojes
Se escapa entre mis dedos hasta mis pies
Los pies que han andado muchos caminos
Esos caminos que nunca existieron.

Mi mente ya no es mía, es de otra
Y la vida la vivo así, vacío
Con la mente allá, aunque encerrada aquí.

Y el piano de todas mis horas
Me acuna con tempos distintos
Así, como acunando a un hijo muerto.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Breve monólogo, preludio a la caida

He aprendido a sólo observar, y la vida me pasa frente a los ojos, y sólo la veo irse como si de los últimos minutos de un ocaso se tratase. Sólo se pone a lo lejos, y luego oscuridad. Quizás de eso se trate la vida, de verla ponerse a la distancia justa, de estar parado, así, frente al mar, y verla perderse en el horizonte, completamente roja, tiñendo el cielo de sangre. O quizás no. Quizás soy yo y mis esquemas. Quizás la vida ni siquiera trate de algo, y la idea poética de verla como un ocaso sólo me sirve para hacerla más llevadera. Pero después de todo, quizás sí sea un ocaso, pero solamente un ocaso y no un día entero. Pensar que la vida es un día entero es ridículo. No hay poesía en eso. Aunque... aunque pensar que la vida es un ocaso también puede ser bastante común. Realmente no importa. Lo que sí sé es que la vida está allá a lo lejos, y no puedo tocarla pues mi brazo no alcanza, y si pienso que se está poniendo es porque a veces simplemente no la veo. Aunque, parado en la orilla del mar, todo esto se vuelve más lúdico.
A veces me gusta pensar que cuando el sol se termina de meter en el horizonte es porque esa enorme bola de fuego se apaga en el mar, y las olas me traen sus residuos a mis pies, y los acarician. Quizás así sea la vida, esta vida-ocaso que se extingue en el mar y me acaricia los pies una y otra vez. La vida-ocaso-queseextingue-ymeacaricialospies.
Pero no, este ludismo y todo lo anterior es realmente una ilusión, pues nada de esto es así, pues la vida que se extingue en el mar no acaricia mis pies. Esta vida me toma de los tobillos y me arrastra hacia adentro, y no me suelta. Y así me quedo, pues esta vida no se extingue, como el sol, que tampoco se extingue. Y la historia se repite cada ocaso, cuando la vida me vuelve a tomar por los tobillos, y me hunde, y me ahoga, como está a punto de hacerlo ahora, mientras el sol también se ahoga en el mar.

lunes, 2 de marzo de 2009

Ya no la extraño

Ya no la extraño, se seguía repitiendo una y otra vez mientras entraba a su departamento con aquella mujer en brazos, completamente alcoholizada. Después de tantos años de estar juntos ya no la extraño, se seguía repetiendo. Mientras la mujer se desnudaba sobre la cama, él la veía desde lejos. ¿Que pasa? dijo ella, ¿todo bien?. Él, sin responder, entró al baño. Todo está en mi mente, pensó, y si he decidido no extrañarla es para ya no tener que estar dudando de todo esto.
Cuando entró de nuevo a la habitación estaba completamente convencido de no volver a pensar en ella nunca más. Pero ella estaba ahí, la mujer que había amado, dormida en un charco de vómito, completamente desnuda... Ya no la extraño, se volvió a repetir.

Sobre estas noches...

Son estas noches que camino las mismas calles oscuras que conducen a las mismas puertas sin candado, que rechinan sólo cuando se cierran tras de mi, con el eterno engaño de saberme seguro, hasta que el viento sopla y las abre de golpe.

Son estas noches que subo a la azotea del edificio, que es la azotea del mundo y de todos los edificios, sin camisa y con el frío golpeando el pecho, mientras el corazón late a destiempo como el farol de la calle que parpadea y no tarda en fundirse.

Son estas noches en las que aprendí a no soñar, pues soñar duele como una traición. Una traición a lo que sea que soy, pues soñar es querer ser otro, y yo no puedo ser alguien más con esta piel que me abraza y me sofoca y me presenta sólo otredades.

Son estas noches, noches destinadas a ver el reloj a las 12:34 y decir que es tarde, y no poder cerrar los ojos. Noches de sombras largas, de ideas sin sentido, de verdades a medias, de oscuridad que se cuela por los poros y los tapa y no me deja respirar.

Son estas noches en las que, para poder dormir, descanso la cabeza entre estas palabras, palabras que no son mi sueño, pero que tampoco son yo.

domingo, 1 de marzo de 2009

Cuento corto #10

Estaba oscuro y caminaba por aquel callejón que tantas veces había recorrido. Esta vez no era distinto: misma gabardina, mismo sombrero negro, misma corbata, misma mirada alerta. Además, sabía que en cualquier momento le dispararían y sabía que tendría que fingir haber muerto si quería continuar con vida. Conocía de memoria el resto de la historia: se arrastraría pidiendo ayuda, sanaría sus heridas y buscaría venganza. Iría, uno a uno, encontrando a sus asesinos y matándolos, haciéndolos pagar por la cobardía que estaba a punto de ocurrir. ¡Venga! ¡Dispararle por la espalda y a quemarropa! ¡Eso era de cobardes!
Pero bueno, lo que seguía no era tan malo. Sólo era este instante el que le incomodaba, en donde a pesar de saber que en cualquier momento iban a abordarlo y a dispararle, él no podía defenderse, ni correr, ni agacharse: impotencia en su versión más cruda. Pero había aceptado ser el personaje de este libro y cumpliría su contrato, así leyeran esta historia una infinidad de veces, y una infinidad de veces tuviera que recibir el frío impacto de esta bala.